Ciclos CAI Educación – Presupuesto y financiamiento de las universidades

Ciclos CAI Educación – Presupuesto y financiamiento de las universidades

El 30 de agosto se llevó a cabo una nueva edición de este Ciclo, en el que esta vez los disertantes fueron los Ingenieros Raúl Bertero, vicedecano de la Facultad de Ingeniería de la UBA; y Ramón Méndez, es director de energía de la República Oriental del Uruguay, entre 2008 y 2015.

Durante el transcurso de la charla se planteó la necesidad de buscar nuevas fuentes de ingresos para las universidades públicas, orientadas a vincularse más con los entramados económicos y productivos, y a producir cambios culturales que permitan vislumbrar formas de devolverle a la educación pública eso que se recibió.

Fue el abordaje que Raúl Bertero, expuso en el inicio. Bertero, quien también es miembro del CAI, ilustró y comparó la situación de la Universidad de Buenos Aires (UBA), la que más estudiantes alberga en el país – lo que le permite capitalizar el 80% del presupuesto universitario-  con tres universidades de los Estados Unidos: el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), la Universidad de Stanford y la de Berkeley, la estatal de California.

En cuanto a calidad académica, mostró que el MIT es el primero en el mundo, Stanford la tercera, Berkeley es la 32 en el ranking global y la primera pública de los Estados Unidos, hasta llegar a la UBA, que ocupa el puesto 67 en el mundo -y el primero entre las universidades de América latina-, ya que consideró “increíble, teniendo en cuenta los recursos que recibe”, subrayó el vicedecano. Tras comparar los presupuestos con los que cuenta cada universidad y las poblaciones estudiantiles de cada una de ellas, también se vieron las enormes diferencias de recursos presupuestarios, entre las universidades de Estados Unidos y la UBA.

No obstante, aparecen puntos de contacto en común, particularmente en lo referido a los gastos: todas destinan la mayor parte de sus recursos a salarios, jubilaciones y beneficios, pero la diferencia se vuelve a ampliar cuando se abordan los gastos operativos, donde la UBA cuenta con unos U$S 190 millones para hacer frente a ese concepto contra presupuestos que superan los U$S 1.000 millones en los casos de las casas de estudios mencionadas.

Bertero planteó el principal problema que tiene la UBA como ejemplo de lo que sucede en todo el sector universitario público argentino. “La superficie construida que tienen todas las universidades que comparamos son similares. Pero hay que mantener esa cantidad de metros cuadrados con notorias diferencias presupuestarias. La UBA no se expande, mientras las grandes universidades de Estados Unidos están en expansión permanente, en renovación de lo que tienen y nuevas instalaciones. Esto nos muestra que tenemos dos grandes problemas de financiamiento: no podemos mantener los activos que tenemos y no podemos hacer nuevos edificios para un mundo que cambia constantemente, especialmente en ingeniería”, afirmó Bertero.

Destacó que la solución no pasa por cobrarles matrículas a los alumnos.  “No creemos que hay que cobrarles a los estudiantes en la universidad sino encontrar nuevas formas, como las donaciones, fondos que puedan establecer una renta, venta de servicios”, propuso Bertero.

Fue el momento en que Ramón Méndez tomó la palabra y también describió con datos precisos la situación de la Universidad de la República de Uruguay (Udelar) desde la relación entre ingresos y alumnos graduados hasta los recursos con que cuenta esa casa de estudios.

“La Universidad de la República tiene 135.000 estudiantes con U$S 430 millones de presupuesto. Es decir, un presupuesto per cápita que es de U$S 3.000, en Uruguay, contra U$S 2.000,  de la Argentina. Esto es para decir que tampoco tenemos resuelto el problema del financiamiento, si tenemos en cuenta que el 91% del presupuesto es estatal”, apuntó Méndez, quien también explicó que el costo de vida en su país, es más alto que en la Argentina, por lo que la comparación se vuelve relativa.

El 100% de los recursos con que cuenta la Udelar para afrontar sus costos se completa con un 3% de un fondo de solidaridad y un 6% de otros ingresos presupuestales. El primero es abonado por los egresados, después de haber finalizado sus estudios y durante cinco años. Se trata de unos u$s 13 millones por año, cuyo destino es para becas de estudiantes con dificultades económicas.

“La otra fuente de ingresos extra presupuestaria tiene que ver con dos grandes cosas: los convenios, que son servicios de alto nivel que se brindan a empresas o gobiernos donde se resuelve alguna dificultad, una política pública, o de una empresa privada. No se hace investigación de alto nivel pero sí mucha innovación, se generan ‘papers’, es decir, hay generación de conocimiento. Y, por el otro, los proyectos, que pueden ser de la agencia de innovación del país, de fondos internacionales, y demás. Pero todo esto no supera el 7% en el promedio de la universidad”, amplió el académico uruguayo.

Admitió que la Facultad de Ingeniería de la  Udelar cuenta con más recursos extrapresupuestarios, que rondan el 10% en los mejores momentos, además de poseer un fondo -dentro del 7% promedio de recursos extraordinarios- dedicado a edificios que si bien no es suficiente para impulsar grandes laboratorios, “sí permite tener periódicamente ampliaciones de edificios”.

Coincidió con Bertero en la cuestión de la matrícula. “Mi impresión es que lo que nos diferencia en relación a las universidades norteamericanas es que la matrícula no es importante. No son significativas en las universidades norteamericanas. Los presupuestos públicos soportan el presupuesto universitario. Y esto se debe a que para estar en la competencia internacional necesitan generar y aplicar conocimientos y por ende asociarse a las universidades”, apuntó Méndez.

A diferencia de Estados Unidos, ni la Argentina ni Uruguay cuentan con empresas que buscan esa asociación con las universidades, razón por la que se impone buscar nuevas fuentes alternativas de financiamiento donde tanto Bertero como Méndez compartieron la necesidad de encarar un cambio cultural en donde se contemple devolver a la universidad una parte de lo que se recibió de ellas. “No existe el  agradecimiento, el reconocer lo que me dio la universidad para ser quien soy. Si se propusiera compartir ingresos con lo que me dio la universidad sería un escándalo. Y eso hay que cambiarlo en relación a los derechos y las obligaciones. Tenemos el derecho al acceso a la universidad pública pero también hay que pensar en términos de obligaciones”, consideró Méndez, mientras Bertero planteó la idea de “aportes voluntarios en el largo plazo como forma de obtener recursos, y asegurar una transparencia” para canalizar esa búsqueda.

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