Energía: ¿cómo estamos?

Energía: ¿cómo estamos?

 

Con el incremento de demanda energética, se destacan los desarrollos de fuentes sustentables. Aquí, la mirada de expertos.

La demanda energética se acrecienta tanto a nivel mundial como nacional, y la cada vez más complicada extracción de los combustibles tradicionales invita a la diversificación de las fuentes y al uso racional de la energía. Es ahí donde aparecen ellas. Renovables, un tanto más amables para el medio ambiente. Y plantean un desafío que, a diferentes escalas, con la capacidad de los profesionales, usufructuando el potencial geográfico y climático, puede superarse. La Argentina, en particular, ofrece condiciones atractivas para los desarrollos de ingeniería en pos de la producción de energía sustentable, aunque la rama más desarrollada hasta el momento es la hídrica. ¿En qué escalón se encuentra nuestro país? ¿Cuáles son los desarrollos más auspiciosos en la actualidad? ¿A qué porcentaje de producción de energía a partir de fuentes sustentables se puede llegar a corto, mediano y largo plazo? Son sólo algunas de las preguntas que intenta responder el artículo.

 

El ingeniero José Luis Menghini es vicepresidente ejecutivo de IMPSA y director comercial global de la compañía, referente en la región en cuanto a energía sustentable. Y ubica al país en el mapa, con la mirada optimista que le aporta haber sido clave en el camino recorrido: “La ingeniería argentina hace rato que está madura en los desarrollos de energía sustentable. Esto, que es particularmente obvio en generación hidroeléctrica, no es menos cierto en generación eólica y comienza a perfilarse en la generación por reciclaje de residuos urbanos. Ya existe en Argentina un cluster hidroeléctrico que nuclea cientos de proveedores de partes y de servicios, así como un cluster eólico que integran un centenar de empresas permitiendo la existencia de productos y servicios completamente nacionales”.

 

“Multipliquemos ese número de empresas por las decenas o centenas de ingenieros que en ellas trabajan, o pueden trabajar, y veremos así los millones de horas-hombre de talento, conocimiento y creatividad que la ingeniería argentina, asociada a la generación por fuentes renovables, puede dar a nuestro país”, señala Menghini.

 

Para la ingeniera Cecilia Smoglie, directora del área de Energía del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), por el momento, el foco está puesto en el caudal de los ríos. “En la Argentina, la energía proveniente de fuentes renovables es hidroeléctrica y representa el 36% de la generación instalada (NdR: hay que recordar que el país también importa energía). Es enorme el potencial. En Brasil la energía hidroeléctrica representa cerca del 80% de la electricidad generada, lo cual ubica a ese país en el 2° puesto del mundo después de China”, comienza a señalar las comparaciones, que no serán odiosas, como suele decirse, sino ilustrativas.

 

Para el mismo lado va Rodrigo Herrera Vegas, ingeniero industrial, cofundador de Sustentator, empresa dedicada a la conciencia ambiental que brinda asesoría y servicios. “En la rama hidroeléctrica estamos bastante bien. Es energía limpia a nivel cambio climático, el daño es localizado. En otras, la Argentina es principiante. Brasil tiene una matriz increíble, por ejemplo. Produce mucha energía hidroeléctrica, ha crecido en cuanto a la eólica, utiliza alcohol para los automóviles…”, dice.

 

Las voces expertas confluyen en el potencial a explotar, tanto en lo territorial como en lo profesional. “La Argentina tiene condiciones increíbles. Como mínimo, debería producir el 20% de la energía que consume a través de fuentes renovables. Hay una zona en Catamarca, por caso, que tiene una capacidad de insolación igual o superior al desierto del Sahara. El viento en la Patagonia, detectando las microzonas donde es más constante, debe ser aprovechado”, puntualiza Herrera Vegas. Smoglie le adosa cifras al panorama. “La Argentina tiene el potencial eólico más importante del planeta. En la mayor parte del territorio la velocidad media del viento, a 50 metros del suelo, supera los 6m/s. En la Patagonia ese promedio se eleva a 9 m/s y en Santa Cruz hay zonas donde el promedio es 13 m/s. Además, se repite el fenómeno de que la velocidad, constancia y dirección del viento presentan un máximo en forma casi simultánea, por lo cual el factor de uso se eleva hasta 45%. Por su parte, el recurso solar está distribuido en todo el territorio argentino con diferentes valores de radiación por unidad de superficie. En el NOA se registran más de 2.000 horas de sol por año. En muchas otras zonas donde la radiación es menor, el potencial de generación eléctrica es muy superior al promedio europeo”, se entusiasma.

 

Menghini ondea la bandera de su empresa y se respalda en el capital humano. “Los latinoamericanos somos grandes ingenieros. Es una forma de subordinación cultural no darse cuenta de ello. Para citar con propiedad ejemplos que conozco en detalle, debo mencionar a IMPSA, que muchas veces ha desarrollado turbinas hidráulicas de mayor eficiencia que las de nuestra competencia y ha mejorado los diseños de sus generadores eólicos a tal punto que nuestros criterios y procedimientos fueron imitados. Generando tecnologías propias para explotar nuestros recursos naturales, respetando el medio ambiente es como nuestras sociedades van a ser más ricas. Crear dichas tecnologías para explotar nuestros recursos naturales es uno de los objetivos relevantes que los estudiantes de ingeniería deberían tener en mente. Un mundo de oportunidades les espera”, convoca. Y completa la defensa: “Por favor, no nos olvidemos nunca de que, paradójicamente, la capacidad de ingeniería de un país es también un recurso no renovable que se puede perder o debilitar si no se lo utiliza para los grandes proyectos energéticos nacionales y no se le asigna permanentemente nuevos desafíos”.

 

En efecto, IMPSA exhibe todo un menú de desarrollos en funcionamiento. Tiene presencia en 30 países en el mundo y desde su página web se enorgullece de las toneladas de CO2 no emitidas gracias a sus soluciones sustentables y de los 45.000 megavatios instalados a nivel global. Es pionera, por ejemplo, en la fabricación de aerogeneradores con componentes locales desde su fábrica en Godoy Cruz, Mendoza. En nuestro continente, también es en Brasil donde mayor atención le dedican a la energía eólica. De hecho, IMPSA ha firmado con el mayor integrante del Mercosur la más grande venta de su historia para fabricar 287 generadores IWP-111 de 2,0 MW, equivalentes a 574 MW para ser entregados entre 2016 y fines de 2017.

 

“En el país existen tres parques eólicos. El de Arauco, La Rioja, tiene tecnología 100% argentina, por eso me saco el sombrero ante IMPSA; son los únicos con diseño y desarrollo nacional. El de Rawson, por caso, que tiene a cargo la empresa Genneia, tiene generadores daneses”, expresa Herrera Vegas. ¿Y en cuanto a la energía solar? “En generación solar fotovoltaica, Argentina se encuentra en una transición entre un mercado “off grid”, con foco en la electrificación rural, hacia sistemas conectados a la red, entre los que se destaca la central de Ullum, en San Juan, con 1.2 MW”, dice como muestra Cecilia Smoglie.

 

Desde su rol docente, Smoglie también avizora el futuro: “Contamos con capacidades reales y potenciales para fabricar localmente la mayoría de los componentes de la cadena de valor en energías renovables. Son necesarias políticas activas que permitan estimar un mercado real a mediano plazo, planificar un desarrollo local de componentes, pautar sustitución de importaciones y lograr una proporción creciente de trabajo local. Desde ITBA estamos trabajando fuertemente en este campo para que nuestros alumnos tengan conocimientos acabados y prácticos sobre este tema”.

 

Ahora bien, ¿qué falta para que todo ese potencial descripto en nuestras latitudes sea abordado? ¿Por qué en muchas partes del mundo los desarrollos para la producción de fuentes de energía sustentable no tienen el impulso que exige la coyuntura? Según Herrera Vegas, “por el precio. El petróleo sube porque cada vez es más difícil obtenerlo, sí. Hay que buscarlo en lugares más complicados y profundos, pero el costo de la energía renovable todavía no es igual de competitivo. El problema mayor que tiene es el almacenamiento. Quien lo logre se transformará en el próximo Bill Gates”. Smoglie amplía su mirada proponiendo un plan. “La diversificación de la matriz eléctrica mediante inclusión de energías renovables requiere incentivos e instrumentos que favorezcan la inversión privada local y de la región: financiación, tarifas diferenciales, contratos a término para la compra de la energía renovable. Se precisan políticas y regulaciones adaptadas a cada caso. No debe aplicarse a pequeñas conexiones urbanas el mismo esquema que a la conexión de grandes parques”, estimula. Es que la energía sustentable propone una producción con futuro.

 

“El primer y obvio beneficio es el ambiental. Precisamos de energía para vivir pero precisamos poder vivir para usar dicha energía para el crecimiento económico y humanos de nuestras sociedades. Ya es esta una demanda inmanente de todos nuestros jóvenes”, trae Menghini una realidad asumida. “Esto lo vemos cada día en nuestra empresa cuando entrevistamos a jóvenes ingenieros o estudiantes de ingeniería. Quieren trabajar y aportar su intelecto y su conocimiento en áreas que no destruyan o perjudiquen el medio ambiente. Hay apetito social por energías limpias. Usando una analogía simple: negarlo sería como si nuestra sociedad volviese a permitir fumar en todos los ambientes”, abre los ojos, con una situación ya naturalizada como herramienta.

 

Un repaso sobre la situación global y hurgar en el presente nos pueden ayudar a entender lo que ya está entre nosotros. Y lo que se viene. “El desarrollo sostenible requiere energía distribuida, servicio eficiente y seguro, precios accesibles, mínimas emisiones y consumo racional. La inclusión de energías renovables es un factor decisivo en este esquema”, remata su tesis la ingeniera Smoglie. “Seguir destinando miles de millones de dólares en importar energía es prender fuego el dinero. En cambio, invertir en paneles solares o desarrollos eólicos brinda un trabajo garantizado por 20, 30 años”, incentiva Herrera Vegas desde la comparación. “En las circunstancias actuales, creemos inexorable que las energías renovables tomen cada vez mayor participación en las matrices energéticas de cualquier país serio. En función de su costo real y por su gran costo social, la generación con hidrocarburos no puede competir con ellas. Las sociedades más evolucionadas ya están ubicándose por sobre viejos paradigmas cuando se decía que el desarrollo de las energías renovables siempre sería inversamente proporcional al valor del barril”, refuerza la teoría Menghini. Y pasa a la práctica, a modo de conclusión: “Un ejemplo patente es el de generación de energía con basura, donde no sólo resolvemos un problema de las sociedades urbanas sino que además generamos la energía eléctrica que la sustenta. En IMPSA estamos siendo pioneros en el área energética por lo que ya estamos definiendo asociaciones tecnológicas y desarrollando nuestras soluciones ingenieriles para plantas WTE (Waste to Energy) que esperamos efectivizar en breve en iniciativas concretas en los mercados donde actuamos”.

 

* Esta nota fue publicada en la edición 1010 de Revista CAI