El desarrollo de la industria los necesita, son imprescindibles en un país que busca crecer. La ecuación es simple. Si la cantidad de ingenieros no puede satisfacer las demandas, la expansión y el progreso se ralentizan. Los organismos oficiales, las empresas y las universidades perciben con claridad que en la Argentina faltan ingenieros, un problema generado por motivos diferentes, pero para el cual no se puede pensar en una solución inmediata. En este momento Argentina cuenta con algo más de 125.000 ingenieros y cerca de 6.000 graduados por año en todas las especialidades, dos cifras muy por debajo de lo que la matriz productiva precisa. Es indispensable entonces entender los motivos para tratar de encontrar una solución a un plazo no tan lejano.
Para graficar un poco el problema sirve mirar la realidad de otros países. Mientras que en China hay un ingeniero cada 2.000 personas, en Alemania, uno cada 2.300 y en Brasil, uno cada 6.000, Argentina pelea para que la actual cifra de un ingeniero cada 6.600 habitantes baje a uno cada 4.000. Esa relación de profesionales con la población dice bastante del perfil industrializador de cada país.
Desde 2001 en adelante, los pedidos de estos profesionales por parte de las empresas crecieron fuertemente. La recomposición económica provocó que distintos sectores de la industria tuvieran de repente una necesidad exponencialmente mayor que la que venían teniendo. “Al problema de la falta de ingenieros lo asociamos con lo que sucedió en los años ’90, cuando no había obras de gran porte, se perjudicó sensiblemente el desarrollo de esos profesionales, que ahora faltan. Muchos dejaron el país para irse a trabajar al exterior. Por eso, además de la dificultad de conseguir ingenieros jóvenes, también carecemos de entre 45 y 55 años, con larga experiencia. Ellos son muy necesarios y los más difíciles de conseguir”, hace su primer análisis desde una perspectiva histórica la responsable de Personas y Organización de Odebrecht, Verónica Spirito.
Vinculada a las tareas de recursos humanos de una multinacional, ella da un panorama certero de las dificultades que su empresa se enfrenta cuando debe cubrir puestos específicos. “Doy un ejemplo que siempre nos genera dificultad. Nosotros precisamos ingenieros con experiencia en montaje, que hayan trabajado en refinerías o gasoductos. Para ese puesto es muy difícil conseguir candidatos. En general tenemos que recurrir a head hunters, que son quienes los buscan. Este tipo de profesional no viene por un aviso en el diario. Hay que tentarlo con las tareas que va a realizar, con la carrera que puede hacer y por supuesto con lo económico. Al haber pocos especialistas, debés tener una buena política de seducción hacia ellos”, explica Spirito.
Por otro lado, también cuenta que hay que desarrollar una política para atraer y mantener a los ingenieros jóvenes. “Los profesionales que pertenecen a lo que se denomina Generación Y son incluso más difíciles. Necesitan estar bien con ellos y con la empresa para querer quedarse. Los de la Generación Y siempre están buscando otras alternativas. La variable desarrollo de carrera no satisface 100% de sus deseos, como pasa con la Generación X”.
Respecto de este desafío de cautivar a los más jóvenes, el director de Recursos Humanos de Tenaris, el ingeniero Marcelo De Virgiliis, explica: “Las nuevas generaciones han venido cambiando los paradigmas en el mundo laboral. Las empresas estamos en constante adaptación para lograr una sinergia entre las necesidades de los jóvenes y las del negocio, tratando de mantener los valores tradicionales de la empresa y al mismo tiempo incluirlos en proyectos que los apasionen”.
En esa línea, el gerente de Recursos Humanos de Skanska Argentina, Sebastián Autunno, destaca el rol formador que también cumple la empresa: “Nos encontramos continuamente formando a nuestros ingenieros para que puedan cubrir posiciones claves y desafiantes en el corto y mediano plazo. Una de nuestras prácticas más destacadas en relación a su formación es nuestro Programa de Jóvenes Profesionales, que apunta a acelerar la curva de aprendizaje de profesionales recién graduados, con alto potencial, complementando su formación académica con asignaciones intensivas en campo”.
“En la medida que el país siga en una etapa de crecimiento requerirá de todas las ingenierías. Pero hay que prestarles mucha atención a aquellas ramas vinculadas a la producción, por ejemplo, las que colaboran con la cadena agroindustrial, los sectores de alto valor agregado tecnológico, e incluso el energético”, advierte el director de la Escuela de Ingeniería y Gestión del Instituto Tecnológico de Buenos Aires, Pablo Bereciartua. “La potencialidad que tiene Argentina es muy grande y tiene la posibilidad se seguir incorporando valor a sus cadenas productivas. Los países que alcanzaron el desarrollo lo hicieron incorporando cadenas de valor. Son países que intervienen más en tecnología y en su implementación, que es el trabajo de los ingenieros”, remarca Bereciartua.
“Los números hablan por sí solos: Ingeniería es una de las carreras que menos graduados vuelca al mercado argentino. Considerando que Argentina es un país con voluntad de desarrollo industrial, la necesidad de contar con talentos técnicos para el futuro será una tarea desafiante, que irá de la mano de un desarrollo en carreras de perfil ingenieril, como así también los niveles medios de educación técnica”, agrega De Virgiliis, de Tenaris. “En el último año, en las universidades nacionales, por cada egresado de una carrera de ingeniería, se graduaron casi 5 estudiantes de las carreras de ciencias sociales”, remarca.
En esa demanda no satisfecha y la necesidad de tener a profesionales capacitados, no sólo vuelve a los ingenieros figuritas difíciles sino que provoca competencia entre las compañías para ver cómo se quedan con ellos. “Se genera una guerra entre las empresas por estos preciados talentos. Es claro que en esta situación de pleno empleo los ingenieros tienen el poder de elegir dónde trabajar. Por eso prestan mucha atención al beneficio personal que se llevan”, analiza Juan Cueto, director asociado de Wall Chase Partners y encargado de búsquedas ejecutivas. “Y cuando nos referimos a beneficio personal no nos referimos sólo a una compensación económica, sino que tiene que ver con los nuevos conocimientos y habilidades que puede adquirir, la posibilidad de aprender sobre una nueva industria o área de especialidad. Por ejemplo, en lugar de elegir trabajar en una industria automotriz en pleno crecimiento, eligen ingresar en una empresa pyme o un start up donde se requieren perfiles dispuestos a crear y empujar desde diversas áreas en lugar de especializarse en una tarea específica”.
“Es poco común que los ingenieros jóvenes permanezcan muchos años en la misma compañía. Existe una alta tendencia a rotar por compañías del mismo rubro, conocer distintas culturas organizacionales y luego elegir a la que más se adapte a tu forma de trabajar”, suma Gabriela Cañada, ingeniera de Skanska.
Para el análisis sirve intentar analizar qué percepción tienen del mercado laboral los nuevos profesionales. A diferencia de la mirada de los ingenieros más experimentados, las generaciones jóvenes comienzan a ser más independientes y tienden a apuntar a sus propios proyectos. “Como tendencia, los jóvenes ingenieros están buscando abrir sus propias empresas”, apunta Bereciartua, quien explica que esa es la referencia de acuerdo a encuestas que se realizaron en algunas facultades del país. “Se les pregunta a los alumnos sobre el futuro laboral que quieren. Allí en primer lugar quedan los que quieren trabajar en una gran empresa. En segundo lugar, hacer un desarrollo propio o generar un emprendimiento. Y tercero, trabajar para una institución de bien social”, señala.
El director de la Escuela de Ingeniería y Gestión del ITBA resalta que si bien el trabajar en una gran empresa sigue liderando las preferencias, los proyectos propios se acercaron mucho porcentualmente. También la posibilidad de ayudar a una organización sin fines de lucro. “Los nuevos profesionales también destacan por su vocación, a veces resignando la posibilidad de un mejor empleo por alcanzar su desarrollo propio”, evalúa.
En un paralelismo casi futbolístico se podría decir que la Ingeniería deberá invertir durante varios años en sus divisiones inferiores. Los aspirantes llegan muchas veces a las facultades con problemas de formación que le complican el desarrollo posterior. El titular del Consejo Federal de Decanos de Ingeniería (CONFEDI), Miguel Angel Sosa señala que partes de las políticas educativas apuntan a llegar en 2016 a los 10.000 egresados por año, contra los 6.000 actuales. Pero incluso ese incremento está por debajo de la cifra de 15.000 ingenieros anuales que es lo que se estima necesario para cubrir los puestos requeridos en Argentina.
“Apostamos a una meta moderada cuando hay países que presentan metas de un ingeniero cada dos mil habitantes. Uno de nuestros objetivos es llegar al 30% de graduados sobre ingresantes, y aún no lo estamos consiguiendo. Esto es, que de cada diez estudiantes que se inscriben se reciban tres, cuando actualmente estamos por arriba de dos. Pero hace diez años se recibían menos del 10%”, explicaba Sosa en una entrevista a un diario porteño a mediados de agosto.
A este diagnóstico se le suma la visión de los formadores. El director del departamento de Hidráulica de la Facultad de Ingeniería de la UBA, Rodolfo Dalmati, hace foco en las falencias que acarrean los jóvenes, pero no lo platea como un tema de individualidades sino como el resultado de cambios en los programas y en la orientación de las currículas. “Un problema esencial es que el secundario está orientado más a lo humanístico que a lo técnico como concepto general. Se le quitó peso a las materias como Matemáticas, Física y Química. Y hay mucha menos formación técnico-científica. Por eso, al comenzar el Ciclo Básico Común el 84% debe recursar Algebra. Tienen poca formación y les cuesta mucho. Los que no lo pueden superar, dejan”, analiza.
¿Qué se está haciendo con esas deficiencias? “Puertas adentro de las facultades se hace mucho. Todas las facultades tienen un curso de nivelación. Todas las facultades tienen una gran preocupación por ayudar a los jóvenes que potencialmente tienen capacidades pero que necesitan apoyo. Puertas afuera, cada facultad ha hecho la articulación que ha podido con las escuelas de nivel medio de su región de influencia. Lo que necesitamos es un acuerdo nacional, donde los ministros de Educación de las provincias acuerden con el ministro de Educación de la Nación para que las escuelas secundarias trabajen codo a codo con las universidades”, retoma Sosa, titular del CONFEDI.
No sólo la solución la buscan las instituciones educativas, varias empresas grandes dedican parte de su presupuesto para la formación de profesionales. “Empresas como Tenaris y Ford apuestan a sus propias escuelas secundarias técnicas de mucha categoría buscando reducir esta brecha entre la educación. Así se combaten las deficiencias que se arrastran de la educación secundaria”, analiza el joven ingeniero de Tenaris, Alejandro Soraire.
Con su experiencia dirigiendo una cátedra en la universidad pública, Dalmati agrega una nueva variable. Analiza los tiempos de la carrera que, a su juicio, también atentan con la seducción inicial de los jóvenes estudiantes que están viendo hacia dónde ir. “Es una carrera que tiende a hacerse cada vez más larga. El promedio en este momento es de 9 años y medio en todas las carreras. Por ejemplo, los alumnos en Ingeniería Naval tardan 12 años y medio en graduarse”. Esos tiempos se enfrentan con los deseos de inmediatez que tienen los jóvenes.
La escasez de profesionales provoca otro fenómeno de fuerte impacto en la formación: las empresas emplean estudiantes que están en los últimos años de la carrera. Esto genera que los tiempos que les pueden dedicar al estudio sean insuficientes para continuar regularmente la cursada y en muchos casos para continuarla. Así se encadena otro fenómeno, que es que en la actualidad cerca de 30.000 estudiantes con más del 80% de la carrera aprobada, no continúan sus estudios.
Precisamente Martín Papa acaba de graduarse en Ingeniería Civil en la UBA. Tiene 26 años y se recibió hace cinco meses. Es un exponente de las nuevas generaciones que reciben ofertas y sus carreras pierden la exclusividad que venían teniendo. “A pesar del doble esfuerzo yo recomiendo empezar a trabajar antes de estar recibido. Esa primera experiencia te ayuda a crecer y te da perspectiva. Tardar un poco más en función de tener experiencia está bien. Pero hay que tratar de no terminar postergando los estudios de manera definitiva, porque eso también posterga el desarrollo de tu carrera laboral. No es lo mismo un ingeniero, que alguien que hace sus tareas pero no lo es. Yo soy auxiliar proyectista en un estudio chico, y trabajo bajo la coordinación de los jefes”.
Para ampliar la matrícula, desde las universidades se elaboraron campañas de comunicación para los aspirantes, que incluyen acciones de propaganda y marketing en medios de comunicación y redes sociales, donde circula gran parte de los potenciales aspirantes a ingresar a una carrera de ingeniería.
Por lo que señalan los últimos números, algo está sucediendo con quienes entran a la carrera: entre 2003 y 2010 la cantidad de ingresantes se incrementó sólo un 3%, pero el total de alumnos se incrementó un 17%. Eso responde a una mejora en la retención del 21%. La graduación se incrementó un 18%, pero los alumnos avanzados (los que tienen más del 70% de la carrera aprobada) crecieron en un 61%. De acuerdo a datos preliminares, estos alumnos, en un porcentaje superior al 80% se encuentran trabajando en tareas relacionadas con su carrera y su especialidad.
Por último, la mirada de los estudiantes de los primeros años sirve para entender cuál es el panorama actual. “Las Ciencias Básicas son difíciles en general. Pero hay cierta flexibilización de las materias filtro. Matemáticas A, por ejemplo, no fue tan dura como otros años y no tuvo tantos desaprobados. Hay que destacar que hay una compañía permanente de los docentes y la Facultad está muy bien organizada. De esa manera nos sentimos más acompañados y son menos los que piensan en abandonar ante los primeros aplazos. Creo que en promedio la carrera es bastante accesible para los alumnos que se dedican en serio”, dice Agustina Nievas, de 19 años, que está en primer año de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata. Precisamente este año, esa institución puso en marcha un mecanismo de seguimiento personalizado de sus alumnos junto, a una serie de cambios pedagógicos, que busca reducir los tiempos de las carreras e incrementar la cantidad de graduados.
* Esta nota se publicó en la revista del CAI, edición 1108 de septiembre 2013.