E l agua, como materia esencial de la vida, siempre fue un factor central para la humanidad. No es casual que grandes civilizaciones se desarrollaran a lo largo de ríos caudalosos como el Tigris y el Eufrates, el Nilo o el Tiber. Pero hoy en día, ante la demanda creciente y la escasez en varias regiones, se convirtió en un recurso estratégico en el mundo y, por lo tanto, un elemento de conflicto. El cuidado del agua se transformó casi en una cuestión de Estado.
Para tener idea de lo que significa esto en la práctica, sólo hay que analizar algunas cifras mencionadas por dos especialistas, los ingenieros Sergio Fattorelli y Pedro C. Fernández. “El agua en general y la subterránea en particular es un recurso limitado en nuestro planeta, donde más del 97% es salada y se concentra en mares y océanos. Del resto, alrededor del 2% constituye los casquetes polares en forma de hielo. Le sigue en magnitud el agua subterránea, cuya reserva hasta 1.000 m de profundidad se estima en el 0,5% del total, mientras que el volumen instantáneo de agua superficial llega a sólo el 0,02%”.
El ingeniero Marcelo Gaviño Novillo -experto del Programa Hidrológico Internacional de la Unesco, consultor independiente y profesor de postgrado ene la UBA, la UNLP y la Universidad del Litoral- explica que “desde el punto de vista global, nuestra subregión de América del Sur cuenta con una disponibilidad del 28% del total mundial de recursos de agua dulce, con la gran ventaja de que solamente habita en ella un 6% del total. Asia, por ejemplo, cuenta con el 26% de los recursos mundiales, pero en ella vive el 60% de la población mundial. Sin duda, nuestra región es la mas privilegiada, considerando que tres de las mas grandes cuencas mundiales se encuentran en ella: Amazonas, Orinoco y Rio de la Plata”.
Un dato fundamental es que el volumen de agua existente en la tierra “es prácticamente constante y por lo tanto no ampliable por la voluntad del hombre”. Lo que sucede, según Fattorelli y Fernández, es que “esta masa (de agua) se halla en constante movimiento formando un ciclo conocido como el ciclo hidrológico que confiere limitadas oportunidades para su control por parte del hombre”. Profundizando en este concepto, Gaviño Novillo señala que “el conjunto de todas las aguas atmosféricas, superficiales y subterráneas constituye una unidad. Esta Unidad se visualiza más fácilmente a nivel de sistemas hídricos, como cuencas hidrográficas. A escala continental, la unidad abarca todo el ciclo hidrológico. Esto implica que todo lo que afecta una parte del ciclo hidrológico repercute en el resto del ciclo”.
En este aspecto es sumamente delicado lo que está ocurriendo con el cambio climático, que incrementan eventos naturales como sequías e inundaciones. El ingeniero Guillermo Malinow, consultor independiente y especialista en Recursos Hídricos y Seguridad hidrológica de presa, hace hincapié en que “existe un evidente aumento de las temperaturas que provoca impactos de importancia”. “Hay regiones donde se registra cambios en el patrón de las precipitaciones, lluvias más intensas con mayor frecuencia. También se registran impactos en los ríos cordilleranos en los cuales el aporte por fusión de la nieve resulta importante en determinados períodos del año. Se observa en consecuencia un ascenso de la isoterma de 0º C que es el indicador de la altura de la línea de nieve en alta montaña. Ello implica menores áreas con almacenamiento de nieve que se traduce en menores caudales en finales del verano y comienzo del otoño, afectando por ejemplo a los productores que en esa época es cuando más necesitan del riego”, agrega.
En general se tiende a creer que el agua de superficie constituye la fuente principal para abastecer las necesidades de la población a nivel mundial. Esto ocurre porque los ríos, los lagos, los diques, los embalses, los canales de riego son visibles, palpables para la población en general. Sin embargo, los ríos y lagos representan menos del 3% del agua dulce fluida en nuestro planeta, mientras que el 97% restante se encuentran en el subsuelo, apuntan dos investigadoras del tema, Estela Mónica López Sardi y Antonela Peralta, en un trabajo sobre acuíferos.
A estos reservorios los describen de esta manera: “Es básicamente un depósito de agua subterránea. El agua de las precipitaciones, absorbida por el suelo, rellena las cavidades en la arena, arcilla, grava o piedras del subsuelo, donde se almacena. La gravedad provoca el descenso de la masa de agua hasta que se encuentra con una capa impermeable”.
Argentina, y Sudamérica en general, son ricas en este aspecto. “Están en condiciones de abastecer de agua potable al mundo por varios siglos”, dicen las expertas. “El Acuífero Guaraní constituye uno de los reservorios subterráneos de agua dulce más importantes del mundo, con una reserva estimada entre 40.000 y 50.000 km3, volumen suficiente para abastecer a la población mundial actual durante unos 200 años, a una tasa de 100 litros/día por habitante”, resaltan. Claro que este enorme acuífero, uno de los más grandes del planeta, es compartido por cuatro países: Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Tiene casi 1.200.000 km2, de los cuales 225 000 km2 corresponden a nuestro país. La Argentina también dispone de otro gran acuíferos, el Puelche.
“Las aguas subterráneas, en este contexto, son una fuente de recursos clave para la sostenibilidad a largo plazo, considerando que inclusive el sector argentino del acuífero Guaraní cuenta con recursos que pueden garantizar la fuente de agua a perpetuidad”, puntualiza Gaviño Novillo. “Actualmente las aguas subterráneas con clave para el abastecimiento de agua en las zonas áridas, e inclusive para el Área Metropolitana de Buenos Aires del cual un importante porcentaje de la población aprovecha el agua del acuífero semi-confinado del Puelche”, dice.
Estas reservas se consideran un verdadero tesoro para las generaciones futuras. El riesgo es que se vean afectados, señalan los expertos, por factores como “el crecimiento constante de la demanda de agua en mega conglomerados urbanos, la explotación descontrolada y la contaminación de los manantiales”. Debido a este problema, organismos especializados tanto a nivel nacional como internacional elaboraron diversas normativas para protegerlos. Además, explican Peralta y López Sardi, “la base tecnológica y científica de la que se dispone para el manejo de los sistemas de aguas subterráneas es cada vez mejor y adicionalmente, la toma de conciencia entre los ciudadanos y las partes interesadas sigue aumentando”.
Nuestro territorio también cuenta con abundante agua en superficie. “Hay que tener en cuenta que Argentina es país de aguas abajo de la Cuenca del Plata y puede usufructuar el agua de los caudalosos río Paraguay, Paraná y Uruguay. En cuanto a ríos internacionales, son los más relevantes. Mientras que si enfocamos el tema en ríos que se desarrollan íntegramente dentro del país, la principal cuenca hídrica es la del río Negro con sus tributarios principales Limay y Neuquén. En orden de importancia le sigue la cuenca del río Santa Cruz con cabeceras en la región de los Hielos Continentales”, describe Malinow.
En el caso del agua de superficie el uso está ampliamente diversificado, afirma: “Los principales usos son suministro de agua para bebida de las poblaciones, abastecimiento para riego y generación de energía eléctrica. En cuanto a la producción de alimentos la Argentina ha desarrollado importantes sistemas de riego en todas las regiones que presentan déficit hídrico y requieren el suministro de agua para los cultivos en los meses de escasez. Ya desde fines del siglo XIX se desarrollaron canalizaciones para conducir el agua para riego en la provincia de Mendoza, como ejemplo pionero”.
Un punto aparte es la utilización de los ríos para energía hidroeléctrica. “La producción de energía hidroeléctrica tiene su gran impulso a partir de la década del ’70 del siglo pasado, cuando se encaran las obras del Complejo Chocón-Cerros Colorados. Desde esa época hasta el proceso de privatización de los aprovechamientos hidroeléctricos de titularidad del Estado nacional en los años ’90 es cuando el país decide dar un impulso significativo a las obras de infraestructura hidráulica destinadas a generar energía hidroeléctrica. La participación de esta tecnología pasa a aportar más del 40% de la matriz eléctrica a nivel país”, dice Malinow. Pero aclara: “Lamentablemente sobreviene un período en el cual virtualmente no se incorporan obras nuevas y en la actualidad la participación de la hidroelectricidad se ha acercado al 30% de dicha matriz”.
En este aspecto el ingeniero Malinow es un fuerte impulsor de obras hidroeléctricas por el potencial que representa la energía renovable: “Esta es una discusión que le está faltando al país y yo soy un impulsor de retomar la producción hidroeléctrica para posicionar mejor a nuestro país, sin embargo nos falta petróleo y gas y seguimos construyendo centrales térmicas e importando gas natural licuado e hidrocarburos líquidos para abastecerlas”.
El uso, y en algunos casos el abuso del agua como recursos para distintas actividades, viene generando un fuerte debate. Esto no sólo se da en países con bajo nivel de agua potable, sino también en nuestro territorio. El primer punto es definir qué se entiende con sobre-explotación. Gaviño Novillo da una explicación al respecto. “Por sobre-explotación suele entenderse un exceso en la explotación que afecta las reservas permanentes, debido a que supera con amplitud y durante lapsos prolongados a la magnitud de las reservas renovables (recarga)”, dice. Y agrega: “Esto se traduce en una disminución del potencial hidráulico, que se manifiesta por un descenso apreciable de los niveles piezométricos y puede generar o acelerar otros procesos indeseables como contaminación y/o salinización. En definitiva, la sobre-explotación siempre causa una disminución marcada en la disponibilidad y productividad de los acuíferos”.
En cuanto a casos concretos, el especialista menciona “la extracción del agua subterránea para uso doméstico en diversos lugares de la región, o la competencia de uso en diversos sectores del país sobre cursos superficiales para la industria (minería) o abastecimiento de agua doméstica”.
En los últimos años las causas de la sobre-explotación de los recursos hídricos se fueron sumando. La extracción de minerales, el exceso en cultivos particulares, el derroche, etc. Pero hay un problema a nivel científico y técnico. En la práctica suele resultar complicado establecer el límite entre la explotación racional y la sobre explotación.
Un recurso de valor estratégico
El agua fue motivo de cnflictos territoriales en gran parte de la historia, y lo sigue siendo. “Los países con escasez de agua terminan creando guerras para resolver su supervivencia”, sostiene Malinow, al tiempo que ratifica la situación privilegiada que tiene nuestro país en ese sentido. “La Argentina está lejos de tener que enfrentar esos problemas, posee ríos muy caudalosos, y si bien hay zonas áridas y semiáridas, mediante almacenamientos a través de embalses o mediante acueductos y canalizaciones se pude llevar el agua desde regiones mejor dotadas hacia aquellas que presentan déficit”, explica.
Una posición similar tiene en este aspecto Gaviño Novillo. “El agua es un factor básico de desarrollo y una ventaja competitiva de largo plazo para el país. Brinda la seguridad a quienes habitan en un país que dispondrán de la oferta del agua, pese a que en muchos casos hay que hacer ingentes y costosos esfuerzos para llevarla donde se encuentra la demanda”.
Para ejemplificar esta situación, el experto de la Unesco señala la grave situación de Jordania, que tiene una extrema aridez. “Están usando en la actualidad las aguas subterráneas fósiles, o sea el agua que se encuentra en las fisuras de las rocas de los basamentos cristalinos de los acuíferos. A mediano y largo plazo se llegará a una situación en que no se cuente con mas agua dulce. Sólo quedará entonces la desalinización del agua de mar”.
Con esta situación extrema, Gaviño Novillo se pregunta “¿Cuál será el costo del m3 de agua para consumo masivo en esos países y cómo se pagará?”. “Sin dudas -agrega- ello forma parte de los nuevos desafíos para los ingenieros y la sociedad, sobre todo cuando se ha declarado además que el acceso al agua es un derecho humano”.
Publicado en Revista CAI #1114.