E termax es una empresa joven. Y no sólo porque fue creada en 2009. Tampoco porque al voltear la mirada a cada rincón de las oficinas de Capdevila 3.448 se ven únicamente caras sub-35. Hay algo más: su filosofía de trabajo en los proyectos que encara. Y para ello es fundamental quien baja línea desde arriba: su fundador y CEO, Máximo Cavazzani.
Referente en la industria mobile y tecnológica, y líder en listas de emprendedores de nuestro país, Cavazzani se acostumbró a ser una cara común en los medios. Su historia llamó la atención rápidamente porque con sólo 22 años ya estaba a cargo de una de las compañías informáticas más prósperas del país. Diez años después, Etermax se expande con oficinas en Montevideo y Berlín. Sus videojuegos llegan a 400 millones de usuarios y penetraron en más de 80 países.
Si uno busca en el sitio Web verá que dentro de los beneficios para tentar a los futuros empleados se ofrecen “tech sessions, capacitaciones técnicas, horarios y vacaciones flexibles, viernes cortos y dulces, frutas y snacks, gimnasio, fútbol mixto, cursos de idiomas y cobertura médica total”. Y eso también habla de una juventud en la manera de liderar la compañía. “Nuestra filosofía tiene que ver con el trabajo duro. Yo no me gané ningún puesto nunca. Si uno piensa eso no va a funcionar en el mundo que viene”, sentencia el protagonista de estas líneas.
Máximo es ingeniero informático del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) y cada vez que puede incita a los jóvenes a estudiar ingeniería. No solamente porque le haya funcionado, sino porque piensa en la educación de las futuras generaciones y en la necesidad del país. “El qué estudiar no es un juego de suma cero. Imaginemos si todos estudiáramos medicina. Sé que eso no pasa, pero con que haya un desbalance como el de hoy ya es un problema para la sociedad. Tampoco significa que ser ingeniero resolverá todos los problemas del mundo o que vas conseguir trabajo. A la vez, hay que ser útil para el mundo”, reflexiona.
– ¿El colegio secundario te preparó para lo que vino?
Fui a un colegio liberal en su forma de enseñanza, con orientación a biología y ciencias. Siempre me gustaron las matemáticas y de hecho fui a las olimpiadas cuando era chico. Por otro lado siempre quise ser emprendedor y me di cuenta había que encontrar cosas para cambiar en el mundo. Y, claramente, el camino de la informática era cada vez más grande y los demás no. Más allá de la oferta y la demanda de ingenieros como empleados en sí mismos, la informática hacía la transformación. Para mí era importante entender ese mundo.
– ¿Y cómo fuiste a ingeniería?
Quería estudiar una carrera difícil que me diera una disciplina que no tuve en el colegio porque me resultaba fácil. No estudiaba mucho y me iba bien. Decidí ir donde me tuvieran un poco más cortito, y fue bastante temprano: entre los 12 y 15 años. Me cerró por todos lados, porque me gustaban las ciencias exactas y las matemáticas, y la informática es la más matemática de las ingenierías. Por otro lado me daba cuenta de que los aviones, los autos, el diseño, el arte, la comunicación… toda la humanidad avanzaba a través de la informática y no de la mecánica, química u otra ingeniería.
– ¿Te costó la carrera?
Cuando hice el ingreso al ITBA vi un cambio de velocidad muy grande. No me costó mucho, o me costó menos que al promedio, porque veía lo que le pasaba a mis compañeros. Sí me dio disciplina. Para mí no es muy importante el título sino lo que te enseña la ingeniería, porque creo que los títulos son cada vez menos significativos en todo el mundo.
– ¿Y qué te dió la ingeniería?
Una buena base porque te ayuda a pensar, a disciplinarte en la forma de resolver los problemas. En particular, la informática te da el oficio de programador con una muy buena base. Supuse que era algo que me iba a gustar hacer y de hecho, por más que hoy no programo en Etermax porque mi rol es más ejecutivo, lo hago como hobby. Me divierte hacerlo.
– ¿Cambiarías algo de lo que viste en la facultad?
Siento que puede haber algo de desconexión con el mundo no académico o comercial, el de las empresas. Se trata de llenar los últimos años de la carrera con materias que no terminan bien dadas y se podría ser más eficiente. Habría que buscar que la carrera sea un poco más corta. El promedio, si vas bien, son seis años y eso es muy largo. El mundo perfiló para otro lado y en EE.UU., por ejemplo, las carreras de grado son de cuatro. Habría que focalizar mucho más en lo que necesita la industria. No digo que sea algo fácil, ni que yo tenga la solución, pero sí veo el problema. Mucho de lo que uno aprende se siente redundante y a veces atrasado.
– ¿Cualquiera puede ser ingeniero?
Es una afirmación difícil. O el universo es una gran suerte… o todo está predeterminado. Y las dos son realidades. ¿Cualquiera puede ser jugador de fútbol? Sí. O no. Muchas veces los alumnos eligen, por ejemplo, porque les gusta una materia de la lista y esa no es una forma de tomar una elección que prácticamente va a marcar el curso de su vida. Sí hay gente a la que quizás no le va a entrar la matemática por ningún lado. Pero el resto es lo que le fue pasando. Quizás la idea de la matemática que uno tiene es lo que le quedó del colegio, porque se la enseñaron mal, nunca le dio bola o no le encontró el uso. Hay mucho más ruido que determinación de lo que la gente cree. Hay un 10% predestinado a ser emprendedor o ingeniero y otro 10% que no lo va a poder hacer. Pero el 80% del medio primero elige por razones aleatorias y después justifica.
– ¿Qué recomendás a la hora de tomar un rumbo?
Propongo no tomar las decisiones por lo que creen que saben o son buenos. A los 17 años esa visión de uno está sesgada. Primero tienen que observar el mundo. Si no saben qué quieren ser de grandes les digo que miren a los de 25 años. Vean al que no estudió, al que estudió ingeniería o abogacía, por ejemplo, y observen qué hacen y si quieren lo mismo. Que piensen en qué quieren ser, no qué quieren estudiar. Pero no es solamente lo que quiero hacer, sino lo que el mundo necesita. Si lo que busco lo quieren hacer todos, y encima el mundo lo necesita poco, entonces me va a costar conseguir trabajo, voy a tener malas condiciones, me van a tratar mal y no voy a tener reconocimiento. Cuando voy a algo que el mundo necesita, todo eso cambia.
Etermax tiene unos 250 empleados de los cuales más de 60 son ingenieros y otros tantos estudiantes de carreras afines. Que la demanda de las ingenierías informáticas o electrónicas es grande y la oferta en el mercado laboral es poca, es una verdad regada hace tiempo. Al ser tal la salida al mercado, los estudiantes tienen poco porcentaje de egreso. Para Cavazzani esto es poco relevante en el mundo de hoy. “Nosotros no miramos los títulos: tomamos a la gente por lo que sabe. Primero vemos la experiencia que tiene y tratamos de predecir qué sabe con sus pretensiones. Tenemos alumnos de todas las universidades de Argentina, desde las más prestigiosas hasta las más locales”, explicó el empresario.
Para él, la demanda de ingenieros de sistemas y electrónicos será aún mayor cuando desaparezcan muchos de los trabajos manuales que aún subsisten. “Los abogados, por ejemplo, en un 50% hacen búsqueda de antecedentes y procesamiento de datos a mano. Eso será de otra manera. La introducción de la informática en la medicina es de a pasos agigantados. Estamos entrando en la época de la realidad aumentada, del Internet de las cosas. Todo va a cambiar”, disparó. “El transporte, los pilotos de avión, taxistas y camioneros. Todos esos trabajos van a desaparecer y los va a reemplazar la informática. Y también se va a requerir, detrás de eso, que la ingeniería mecánica responda, la química, la biología o de gente que entienda de ingeniería industrial. Pero si vemos la cantidad de alumnos en cada universidad, la matrícula que más creció no fue ingeniería. Tenemos un problema de construcción educativa, de ingeniería social”, estimó Cavazzani.
Alejandro Martínez, decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y presidente de la Comisión de Ingeniería Electrónica y Tecnologías de Información y Comunicaciones del Centro Argentino de Ingenieros (CAI), confirmó esta presunción de falta de egresados. “Si no se generan mecanismos especiales para contrarrestar este fenómeno negativo, la demanda laboral en forma significativa a temprana edad atenta contra la terminación de los estudios”. Según informó, los egresados en Electrónica de la UBA “son algo más de cincuenta por año, mientras que en Informática hablamos de sesenta y aproximadamente 40 en la licenciatura en Sistemas”.
En cuanto a la cantidad de alumnos con relación a otras carreras, el decano informó que en electrónica el porcentaje de los provenientes del Ciclo Básico Común (CBC) es de un 10%. “Tuvo picos positivos en comparación al resto, siendo una carrera que lideró las ingenieras después de los años ‘70 y que hoy se igualó con otras. Hay que tener en cuenta que se transformó en otras ingenierías que ya son carreras en varias universidades”, clarificó. Además, estimó que el porcentaje de informática es del 15% y si se considera también a la carrera de licenciado en sistemas “entre ambas, llegan al 25% de los inscriptos en el CBC”.
Distintos informes del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano reafirman lo dicho hasta aquí. Psicología, por ejemplo, acumula más graduados que todas las ramas de ingeniería juntas por año. También la cantidad de egresados en general es poca en la Argentina: de cada 100 alumnos que ingresan, 74 no se gradúan en universidades estatales y 58 no lo hacen en las privadas.
Simón Selva, egresado del ITBA y Chief Operation Officer de Etermax, es uno de los ingenieros que conforman la plantilla de la empresa y resaltó la salida laboral de la carrera. “Casi cualquier persona que esté estudiando puede empezar a trabajar antes de terminar. Yo, por ejemplo, trabajé en una pasantía, pero también pueden conseguir empleo full time. Es seguro que un título de informática te abre las puertas a muchas empresas”, confió. Dijo también que los conocimientos de un ingeniero en general “sirven mucho más allá de los específicos que uno haya aprendido”. “La forma de pensar de un ingeniero me parece que sirve en las empresas a medida que uno va creciendo. Más que nada en el análisis, y es una forma de ver el funcionamiento de las cosas que se puede aplicar en distintas áreas”, concluyó sobre el tema.
Con todo esto. ¿Con qué se encuentran los ingenieros al desarrollar videojuegos? “Con múltiples desafíos”, dispara Cavazzani. “Nos ponemos un objetivo, en nuestro caso hacer un juego o una app popular, lo definimos con ciertas métricas como retención (cuánto tiempo se quedan jugando), viralización (cuándo unos usuarios convencen a otros), movilización (cuánto dinero conseguimos de cada usuario en promedio). Lo que tratamos de hacer después con los creativos es generar productos que cada vez tengan esas métricas más altas. De miles de maneras”.
“En lo personal hago muchas cosas del desarrollo de producto, que tiene varias facetas. La parte más ingenieril tiene que ver con el desarrollo de software y con el análisis de datos. También soy el jefe del área de Business Intelligence, es decir del área de datos. Hacemos Big Data, Data Science, Machine Learning, varias cosas que tienen que ver con el procesar y analizar datos de los juegos”, estimó por su parte Selva.
Respecto de ese área, Cavazzani contó que “estamos invirtiendo mucho y acabamos de comprar una empresa especializada en inteligencia artificial”. Según explicó, es algo importante para resolver problemas de manera más eficiente. “Si yo tengo mejores datos, voy a saber más lo que necesita el mundo e hilar más fino. Si tengo una dimensión más precisa del tamaño del problema, le vamos a poder dar la solución justa. Lo que permite el análisis de los datos es tomar mejores decisiones. Hay industrias como la nuestra en la que ya podés ver lo que hacen los consumidores”, dijo.
“Hay un 10% predestinado a ser emprendedor o ingeniero y otro 10% que no lo va a poder hacer. Pero el 80% del medio primero elige por razones aleatorias y después justifica”.
El primer videojuego desarrollado por la empresa, Apalabrados, fue un éxito rotundo en España con récord de descargas incluido. Pero ese sería el predecesor del gran boom: Preguntados. El juego de preguntas y respuestas sobre cultura general se convirtió en un fenómeno mundial con un pico máximo de descargas en 2015 (fue la aplicación más bajada entre millones de Apps) y entusiasmó a más de 350 millones de usuarios. Además, lideró el top de descargas de EE.UU., Argentina, Turquía, Italia, Francia, Holanda y más de 50 países.
Se trata de una franquicia eterna, un término de la industria que explica que sigue funcionando con el paso del tiempo casi como una red social con contenido actualizado día a día. “Es como que se mete en la vida. Como la Coca Cola, de la cual uno no escucha todos los días, pero está ahí. Con Preguntados pasa lo mismo. Del 2013 hasta hoy tuvo su momento de súper auge, que probablemente no pueda repetirse, y ahora tiene picos en los que, si hacemos buen trabajo, sube. Si lo hacemos mal, baja. Pero está ahí”, explicó.
Los personajes del juego tomaron vida propia fuera de los celulares y tendrán su serie animada de televisión (Etermax se asoció con la productora Mundo Loco, de Cris Morena y Juan José Campanella). Serán las aventuras de “Historia” (el caballero amarillo), “Ciencia” (tubo de ensayo verde), “Geografía” (la Tierra azul), “Deportes” (pelota ovalada naranja), “Espectáculos” (pochoclo rosa) y “Arte” (pincel rojo). “Nuestra idea es extender lo que hacemos: promover la educación y el cuestionamiento”, explicó el CEO de Etermax. “Vivimos en un mundo donde los datos abundan, no son importantes. No es quién sabe más datos sino quién los interpreta mejor. Lo que busca la serie, orientada a chicos de 8 a 10 años, es promover el cuestionamiento por encima de las respuestas. Todos los personajes, que tienen su propia forma de ver el mundo, se hacen una pregunta y viajan en tiempo y espacio tratando de responderla”, detalló.
Como ya se dijo: en Etermax se preparan para un mundo cambiante y vertiginoso, con la ingeniería como estandarte. “Si en algún momento tenemos que pivotear, lo haremos. Vamos todo el tiempo con una pata en la vaca lechera y otra en lo que viene. Es fácil lo que hacemos porque somos transparentes e íntegros. Yo no necesito trabajar y vengo acá todos los días y dejo todo”, resumió Cavazzani. Con espíritu joven, obviamente.
Al hablar de cualquier ingeniería, por lo general se asocia a una profesión de hombres. Y la matrícula entre uno y otro sexo suele ser distinta en dichas carreras en comparación con otras. Según Alejandro Martínez, en la UBA, en ingeniería Electrónica los estudiantes son mayoritariamente varones, mientras que en Informática o en la licenciatura de Sistemas, los porcentajes son parecidos.
“Cabe aclarar que fueron carreras con mayor porcentaje de mujeres y que se fueron masculinizando a medida que crecieron las cantidades de oportunidades laborales y las remuneraciones”, aclaró el decano. Y opinó sobre el fenómeno. “La gran desproporción se da fundamentalmente por modelos sociales que funcionan como paradigmas en favor de uno y en contra del otro. Muchos de estos bloquean desde temprano el acceso de mujeres al estudio de las ingenierías”.
En coincidencia, Cavazzani se preguntó: “¿Son las mujeres son menos hábiles?”. “No creo eso. No hay evidencia que diga que son peores para la matemática. Tiene que ver con los preconceptos, miedos y la desinformación de los estudiantes”, opinó.
Por último, Martínez dejó un desafío a los institutos educativos. “Las universidades que enseñamos ingenierías debemos trabajar para cambiar estos paradigmas, tanto puertas adentro como afuera hacia la sociedad”, concluyó.
Publicada en Revista CAI #1131.
Fotografías: María Eugenia Cerutti