Conoce al Ing. Alfredo Indaco, miembro de la Comisión Directiva del CAI

Conoce al Ing. Alfredo Indaco, miembro de la Comisión Directiva del CAI

¿Cómo fue tu acercamiento al CAI?

Diría que fue algo curioso. Viví toda mi vida cerca del CAI, en el mismo barrio y pasé por la puerta muchísimas veces pero jamás había entrado hasta que Carlos Bacher (entonces Presidente del CAI) me convocó en 2015. Aunque sabía de la reputación que tenía la institución siempre lo había visto como un lugar de ingenieros civiles y yo tengo una formación industrial. Ese prejuicio me había alejado. 

En ese entonces, Bacher me invitó a colaborar y ahí me sumé a la Comisión de Ingeniería Industrial. Después ocupé puestos en la Comisión Directiva y actualmente soy Secretario. Desde que comencé a participar, el CAI ha crecido muchísimo. Se percibe una mejora que tiene que ver con la oferta de conferencias, seminarios, el trabajo de las comisiones y la nueva bolsa de trabajo para acercar a empresas y profesionales. También se nota una cercanía con los jóvenes graduados y estudiantes, un objetivo que tenía pendiente el CAI, donde se nota un cambio de tendencia. Además, hay una proyección federal e internacional que seguramente impactará positivamente en las futuras actividades.

 

Repasando tu carrera profesional tuviste un extenso recorrido en la organización Techint, ¿cómo fueron esos años?

Casi toda mi carrera fue en el Grupo Techint. Yo egresé en ingeniería industrial de la UBA en 1977. Un año después me caso y me surge la posibilidad de ir a hacer un postgrado de administración de empresas en la Facultad de Ingeniería de La Sapienza, en Roma. Cuando volví al país tuve un breve paso por la Secretaría de Industria y, al poco tiempo, ingresó a Dálmine Siderca para sumarme al equipo de planeamiento comercial. Fui creciendo en la empresa primero como jefe de planeamiento, luego gerente de exportaciones. Fue una época muy activa y singular para trabajar porque la empresa se estaba expandiendo y buscando crecer vía exportaciones. Eso me obligaba a viajar por todo el mundo en forma permanente. 

En los ́90 Tenaris acelera su proceso de expansión internacional y una de las decisiones que se toman es abrir una oficina en Medio Oriente. Fui el responsable de la filial allí y me instalé 3 años junto con mi familia en Dubai. Fue una experiencia de vida única: a los seis meses de instalarnos allá comienza la Primera Guerra del Golfo. Dubai no era la gran ciudad que vemos hoy en día. Era prácticamente desconocida y casi no había argentinos radicados. Fue una aventura extraordinaria para toda la familia.

Viajar al extranjero era muy distinto a lo que nos imaginamos ahora. En 1988 hice el primer viaje a China. Pekín era una ciudad con muchas bicicletas y casi ningún auto, la gente vestía casi toda igual y estaba muy lejos de ser la megalópolis que vemos hoy. Volví en varias oportunidades a China y en cada viaje se podía ir apreciando claramente el desarrollo incontenible que perdura hasta el día de hoy.

Después de Dubai me tocó hacerme cargo de las operaciones de Tenaris en Estados Unidos con sede en Houston. En 2001 me convocan a Siderar como director de negocios  y en 2005 vuelvo a Houston para encabezar la dirección internacional de Ternium. Haciendo la cuenta estuve 33 años en el Grupo Techint, siempre en el área industrial.

El Grupo Techint ha crecido mucho desde que yo ingresé hasta el día de hoy. Se ha expandido a todo el mundo y, en buena medida, fue gracias a que Argentina tuvo su “Generación del 80”. Me refiero a una generación de profesionales, sobre todo ingenieros, egresados de nuestras universidades con una excelente formación y pasión por el trabajo.. Quienes tuvimos la oportunidad de viajar e interactuar con colegas de todo el mundo podemos ver que el talento y el profesionalismo  promedio de nuestros ingenieros está, como mínimo, a la par de cualquier otro egresado de otras facultades, inclusive las de mayor renombre a nivel global.

 

Pensando esto, ¿hay una característica especial de los profesionales argentinos?

La creatividad y la capacidad de sobrellevar situaciones adversas nos forja de una manera especial. Tenemos como un gen, que nos hace muy resilientes. Pensando en los próximos años soy cautamente optimista para el futuro.

Creo que Argentina necesita un desarrollo industrial más vigoroso y sostenido en el tiempo. Sin dudas, las crisis recurrentes no han ayudado, pero también existe un aspecto cultural que tenemos que considerar.

En algún momento algo se rompió en el conocimiento artesanal. Los oficios y labores no pudieron transformarse en empresas que perduren y crezcan de padres a hijos y nietos. Tal vez este fenómeno tenga que ver con el deterioro del sistema educativo a nivel secundario. Creo, también, que las excesivas regulaciones e intervenciones del Estado entorpecieron ese proceso virtuoso.

 

¿Le recomendarías a un joven que está terminando la secundaria que se anote en ingeniería?

No dudaría ni un segundo en recomendarle que se meta. Yo no venía de UNA familia de ingenieros y no me resultó fácil recibirme. Aunque me gradué en los plazos normales me costó, sobre todo porque yo no era muy bueno en matemáticas. 

Cuando escuchó a un estudiante que dice que quiere hacer algo para cambiar el mundo le digo que si realmente quiere cambiar  el mundo tiene que estudiar ingeniería. Los ingenieros son los que hacen los grandes cambios: la computadora donde lees la entrevista tiene ingeniería, la casa que mirás por la ventana y hasta la comida que comemos tiene horas de ingeniería y el trabajo de muchos ingenieros e ingenieras. La ingeniería no está solamente en el puente: hay ingeniería en todos lados.

¿Querés cambiar realmente las cosas? ¡Estudiá ingeniería!