Médicos, biólogos, matemáticos, físicos, químicos, ingenieros. Esta es solo una parte de la larga lista de especialistas en las áreas científicas y tecnológicas a los cuales la sociedad acude en un momento particularmente crítico, señala el semanario español Cambio 16 en una de sus notas de la edición de mayo. La pandemia de la COVID-19 ha puesto en claro muchas cosas. Una de ellas, sin lugar a dudas, es el innegable valor de la investigación científica para el desarrollo de la humanidad y para su propia supervivencia.
En un sentido más amplio, se habla de las disciplinas STEM (acrónimo en inglés para ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Un área cuya enseñanza siempre ha sido necesaria, más ahora que la humanidad enfrenta retos nunca antes vistos. Cada uno de ellos, en mayor o menor medida, puede dar respuestas sobre la crisis que estamos atravesando, sus causas, sus consecuencias y, lo más importante, cómo enfrentarla, manejarla, controlarla y ponerle fin. Sin embargo, pese a su innegable valor, se trata de un área a la cual no le hemos dedicado en el pasado reciente el interés que se merece en nuestras prioridades académicas, laborales, legales, políticas o financieras.
Las STEM están compuestas por algunas de las disciplinas académicas más antiguas e importantes, junto con otras más recientes, pero igualmente vitales, y cubren una amplia variedad de materias. En muchos países la cuestión de cómo promover el estudio y desarrollo de las STEM es un asunto candente. Un campo muy diverso que puede conducir a muchas opciones, excelentes para estudiantes e investigadores. La ciencia ayuda a la comprensión del mundo que nos rodea. Todo lo que sabemos sobre el universo, desde cómo se reproducen los árboles hasta la composición de un átomo, es el resultado de investigaciones y experimentos científicos. El progreso humano a lo largo de la historia se ha basado en gran medida en los avances de la ciencia. Desde nuestro conocimiento de la gravedad hasta las medicinas de vanguardia, los estudiosos de las ciencias han dado forma a nuestro mundo moderno.
Todos estos avances pueden rastrear su origen hasta las personas que aprenden sobre ciencias como estudiantes. Por eso a los gobiernos, las empresas y la sociedad en general les debería interesar la promoción de la ciencia como asignatura en las escuelas. Solo así la sociedad logrará desarrollar la próxima ola de progreso en todos los campos que afectan la vida diaria. La solución a este problema requiere mejorar el proceso de fomento vocacional hacia estas ramas en las etapas obligatorias de la enseñanza y en el secundario. También se requeriría hacer modificaciones en el marco normativo para exigir un peso mínimo de estas titulaciones en la oferta total de las universidades.
A medida que la tecnología evoluciona, que el mundo cambia, que el clima se hace impredecible, que el impacto ambiental obliga a buscar alternativas energéticas, que una pandemia nos amenaza, la educación STEM se hace cada vez más esencial. Incluirla de manera integral en la academia, los presupuestos estatales, los proyectos empresariales y la sociedad en general, proporciona oportunidades para preparar a las nuevas generaciones a enfrentar los retos que traerá el futuro. La pandemia nos ha hecho dar cuenta de nuestras debilidades científicas. Es hora que nos dediquemos a desarrollar nuestras fortalezas.