Transición energética: cómo y cuándo, es la cuestión
Los combustibles fósiles son como el azúcar: todos sabemos que su consumo en exceso es perjudicial para la salud, pero es muy difícil vivir sin su dulzura. Poco a poco se ha logrado una mayor conciencia sobre sus diversos efectos en el organismo y buscando nuevas fuentes para sustituirla sin perder su esencia. Lo mismo ocurre con la transición energética por la sostenibilidad del planeta, pero con el agravante de que en América Latina y el Caribe también aportan gran cantidad de ingresos a través de las exportaciones para financiar programas sociales.
El reto es alcanzar a una economía basada en fuentes energéticas bajas en emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI). En eso hay un consenso general y la región está adelantada. América Latina cuenta con la matriz de generación eléctrica más verde del mundo; tiene entre las mejores zonas del planeta para la producción de energía solar y eólica; solo contribuye con alrededor del 8% de todas las emisiones de GEI en el mundo; y ha mejorado la cobertura del servicio eléctrico a la población (97%).
“La región presenta avances importantes, pero tiene que encontrar un buen balance entre financiar la transición energética y las otras necesidades de desarrollo económico y de movilidad social como la educación, la salud y la pobreza, que actualmente se financian en gran parte con las energías fósiles; para lograr un avance integral que sea sostenible tanto desde el punto de vista energético como del social”, afirmó Alejandro Werner, director del instituto de las Américas de la Universidad de Georgetown.
La pandemia agravó este desafío al dejar a los países con economías más endeudadas y por lo tanto con menor capacidad de financiar las inversiones necesarias para llevar a cabo la transición energética; mientras que la guerra entre Rusia y Ucrania aumentó los precios de los combustibles fósiles que son recursos extra para la región; pero no por ello hay que descuidar el diseño de un modelo de desarrollo bajo en carbono.
“Este es el momento de las discusiones difíciles porque tenemos oportunidades, pero también muchos costos que debemos asumir entre todos y ahí las políticas públicas son fundamentales para lograr consensos y alcanzar el objetivo de un planeta sostenible y con más oportunidades de desarrollo y empleo”, explicó Tomás González, director del Centro Regional de Estudios de Energía y exministro de Minas y Energía de Colombia.
Para lograr un suministro de energía asequible, confiable, de bajas emisiones y resiliente al cambio climático se requiere de la innovación tecnológica, marcos regulatorios actualizados y esquemas que promuevan la participación conjunta del sector público y privado. Es un camino largo de recorrer, pero se puede alcanzar. Uruguay lo va transitando con éxito con su política de parques eólicos.
“Actualmente tenemos 48 parques eólicos que permiten abastecer más de mil megas de demanda entre todos juntos. El factor fundamental para el éxito de esta iniciativa fue la integración público-privada y el compromiso asumido por todas las partes para alcanzar esta transición hacia la energía eólica”, dijo Silvana Romero, presidenta de la Unidad Reguladora de Servicios de Energía y Agua de Uruguay.
Según cálculos de los especialistas, los desafíos pendientes, principalmente la intermitencia y alto costo de almacenamiento, hacen prever que el cambio en la matriz energética y la transición hacia sistemas de transporte, eficientes y limpios, tome alrededor de 20 años para la región. CAF -banco de desarrollo de América Latina- como el banco verde de la región con su trayectoria, experiencia y actuación en el sector energía, está trabajando para convertirse en el principal socio estratégico de la transición energética de la región.
“CAF debe y está jugando un rol esencial en la transición energética con cooperación técnica para revisar con cada uno de los países desde el punto de vista técnico, regulatorio y de políticas públicas para generar esta transición y en segundo lugar desde su brazo financiero puede ser un jugador clave en el financiamiento en las obras de infraestructura por el lado de adaptación y en las obras de infraestructura que se necesitan para lograr la transición a energías renovables”, añadió Werner.
El vaso de agua está en la mitad. Tenemos avances visibles y desafíos que requieren de una acción coordinada en la región para impulsar la productividad, competitividad y el desarrollo inclusivo que las economías de la región demandan para mejorar la calidad de vida de la población y dar el salto hacia el desarrollo. El objetivo es claro, ahora el reto es construir los acuerdos para el cómo y cuándo.
(Fuente: CAF, Banco de Desarrollo de América Latina)