Arístides Domínguez, una vida dedicada la Ingeniería

Arístides Domínguez, una vida dedicada la Ingeniería

Conversar con Arístides Domínguez es repasar seis décadas de vida dedicadas a la ingeniería y al desarrollo de Argentina.  Egresado en 1963 de la Universidad de Buenos Aires (UBA) como Ingeniero Mecánico, Domínguez obtuvo un Master of Science in Civil Engineering en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, (USA) y un Posgrado en Ingeniería Nuclear en la Facultad de Ingeniería de la UBA.

Su tránsito profesional también incluye 45 años de docencia universitaria y la publicación de varios libros sobre mecánica e historia de la ingeniería. De su actividad académica resalta su labor como profesor de matemática aplicada en la Universidad Nacional de San Juan y de hidráulica general en la Universidad Católica Argentina y la Facultad de Ingeniería del Ejército. Además fue Decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de San Juan, Presidente de la Fundación SAVIO y jurado en varios concursos para cubrir cargos docentes universitarios de esta disciplina.

Ha sido distinguido con el premio Vocación Académica, elegido por un jurado integrado por rectores y Decanos de Universidades y Facultades de Ingeniería Argentinas. Desde el año 2005 es académico titular de la Academia Nacional de Ingeniería y, desde 2015, de la Academia Nacional de Geografía. También es Presidente de la Sección Historia de la Comisión de Enseñanza e Historia de la Ingeniería del Departamento Técnico del CAI.

En 2023 el Centro Argentino de Ingenieros decidió reconocerlo con el Premio La Ingeniería, un reconocimiento a la labor y dedicación de aquellos ingenieros que han dejado una huella significativa en la disciplina, no sólo por los aspectos técnicos sino por los valores éticos y el compromiso con la sociedad. 

A propósito de esta distinción, el CAI conversó con el Ingeniero Arístides Domínguez, nacido en Buenos Aires el 24 de noviembre de 1936, para recorrer una parte de su extensa carrera profesional y consultarle sobre la ingeniería y su dimensión histórica en la consolidación de la nación argentina.

En perspectiva, ¿qué tipo de formación recibió al construir su carrera como ingeniero?

Acabo de cumplir mis primeros 87 años, un tiempo importante en la vida de un hombre y apenas un pequeñísimo punto en la historia de la humanidad. Mis padres me alentaron a leer y a estudiar y tuve completa libertad para elegir lo que deseaba estudiar. Desde muy chico me gustaba lo técnico y a medida que fui creciendo sentí admiración por la ingeniería. Fue muy importante la formación que recibí en la escuela primaria y casi todos los profesores que tuve en la escuela secundaria eran profesores de la Facultad de Ingeniería de la UBA. La meta principal en esta etapa fue graduarme en Ingeniería Mecánica en esa universidad, y la segunda, graduarme en el MIT, en ingeniería civil, lo que hice con una beca del Programa Interamericano del MIT. También influyó notablemente en mi interés por la ingeniería, el libro El Gran Buque de Hierro de James Dugan, que me obsequió el ingeniero Hilario Fernández Long.

¿Qué significó para su padre y su madre, su familia, verlo egresar como ingeniero?

Para mis padres y mis abuelos fue muy importante, porque realmente volcaron mucho esfuerzo de todo tipo en que yo pudiera estudiar y formarme en materia de ingeniería. Para ellos fue una satisfacción inmensa, para mí un orgullo gigante, porque valoro mucho lo que hicieron. Tanto mi familia paterna y materna se hizo a base de mucho esfuerzo.

Ha escrito libros, ha sido profesor, ¿qué es lo que quisiera rescatar de cada faceta de su vida profesional?

Las tres facetas me han interesado mucho. He escrito libros sobre ingeniería en materia de mecánica de fluidos, un libro de varios tomos, de los que se han editado los dos primeros. Otro, sobre mecánica para ingenieros, todavía inédito.  He escrito otro, muy extenso e importante: Hispanoamérica, el Río de la Plata y el Puerto de Nuestra Señora del Buen Ayre. Me interesó mucho esa historia porque desde muy chico mi padre nos llevaba a mí, y a mis hermanas, a ver el puerto y me intrigaba enormemente cómo funcionaba Puerto Madero. Fue un trabajo de investigación histórica muy grande.

La etapa de profesor marcó mi vida. En mi familia varios se han dedicado a la educación, empezando por mi madre que fue la primera maestra de la Escuela N° 12 de Florida, donde comenzó su tarea docente. Mi padre no fue maestro, pero me enseñó muchas cosas, y mis dos hermanas fueron educadoras, profesoras de primaria y secundaria. A mí me interesó mucho el tema de la educación de los ingenieros.

¿Qué significó iniciarse en la docencia, pensó que era algo provisorio?

Fue algo intencional. Deseé formar parte de la universidad y tengo 45 años como profesor universitario. Hace 3 años me retiré, pero pude hacer una carrera docente muy extensa y para mí fue muy importante. Realmente esa parte de mi vida profesional me marcó mucho. Saber transmitir conocimiento es algo que me apasiona. Hoy día, después de los años, he cambiado la pregunta de “cómo se enseña ingeniería” (que es muy válida y algunos trabajan en eso), por otra que creo más profunda y difícil de responder: “cómo se aprende ingeniería”.

Muchas veces se acude al pasado para imaginar el futuro. Como historiador de la ingeniería, ¿qué consejo tiene para las y los jóvenes que sienten la misma pasión por la disciplina que usted?

Más que un consejo, la sugerencia que les puedo dar a los más jóvenes, es que se interesen en la historia de la ingeniería, porque tiene una riqueza formidable, es la profesión que tiene las raíces más antiguas del mundo. Nació con la técnica en algún momento de la prehistoria. A partir de ahí se fue desarrollando hasta que apareció la ingeniería con los grandes maestros constructores en Egipto y la Mesopotamia, luego los griegos y por supuesto los romanos.

Lo otro que creo es que nuestra universidad debe poner énfasis, sobre todo cuando hay tantos desafíos y necesidades que puede resolver la ingeniería, en fomentar la creatividad. Y para eso hacen falta recursos y laboratorios, y esos recursos tienen que salir de la industria privada. Una parte podrá aportar el Estado, tenerlo como política estatal, pero las grandes empresas privadas deben dedicar recursos a la formación de ingenieros, en materia de creatividad y de desafíos tecnológicos que deben plantear a la universidad, y esta debe ser una institución útil a la sociedad y no solo una dispensadora de conocimientos.  La universidad puede aportar los medios, pero no puede suplir el esfuerzo personal.

¿Cómo ha sido su relación con el CAI a lo largo de los años?

Siempre ha sido una relación excelente, desde mis últimos años como estudiante. Luego empecé a participar en los últimos años en reuniones del Departamento Técnico, en donde pude aportar datos sobre el desarrollo de la ingeniería mecánica, junto con el ingeniero Arnaldo Gómez, con una trayectoria muy importante. En los últimos años, en materia de historia de la ingeniería, no sólo argentina, Hoy trabajo en un libro llamado Bosquejo de la Ingeniería, una obra de cuatro tomos de los que he terminado el primero.

¿Qué significa este premio otorgado por el CAI?

Fue una sorpresa gratísima y totalmente inesperada. Nunca pensé que iba a recibir una Fue algo que realmente me llenó de emoción y orgullo, recibir una distinción de una institución de tanta magnitud.

El premio refleja no sólo la dimensión técnica, sino la humana. ¿Cuál es su mirada?

En el tema de la ética profesional ocupa un lugar muy importante en la formación, tanto en la escuela como en la universidad, y hay una gran diferencia de la forma de enseñanza en nuestro país o en EEUU y Europa. Es absolutamente necesario enfrentar a los estudiantes con situaciones donde la ética ocupe un lugar muy importante. Qué decisión tomar frente a situaciones en donde hay que elegir. Nosotros debemos tener una conciencia clara entre lo bueno y lo malo. Entre lo que sirve a sus semejantes, entre lo que va a favor del hombre y no en contra del hombre.

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